Francisca Molinos, planificadora urbana del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, es una de las fundadoras de Ruteando, un proyecto que tiene como objetivo hacer que las personas puedan habitar los territorios de su ciudad y reconocerlos. De esta organización, que tiene casi medio año de existencia, también forman parte: Paula Castillo, planificadora urbana UC, David Cantallops, arquitecto UC y Cristóbal Ibarra, antropólogo UAH.

En esta entrevista Francisca nos cuenta acerca de sus motivaciones, experiencias y los próximos desafíos de Ruteando.

Venda Sexy, también apodado Discoteque, es un actual sitio de memoria y ex centro de detención, tortura y ejecución, utilizado por la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA), durante los años 1974 y 1977, en los primeros años de la dictadura cívico-militar. Francisca Molinos, decidió hacia el final de sus estudios de Planificadora Urbana, volcar su trabajo de tesis a la investigación a «las tensiones que se producen entre el desarrollo urbano neoliberal y los sitios de memoria» tomando como caso de estudio Venda Sexy. Lo que fue un impulso crucial para la posterior formación de Ruteando.

¿Cómo fue el proceso de investigación de tesis?

-Fue un proceso muy interesante, que si bien fue super académico, principalmente me basé en literatura ya existentes, en diferentes académicos que estudian la memoria. También tuvo otra artista, para centrarme en el caso de estudio y hacer un análisis de campo, lo que hice fue contactar por redes sociales al colectivo de Venda Sexy. Tuve la suerte de que ellas son muy activas en redes sociales y postean todas sus actividades y objetivos, por eso para mi fue muy fácil observar su proceso de resistencia. También investigué desde la perspectiva institucional e hice entrevistas con diferentes organismos como Consejo de Monumentos, Bienes Nacionales y la Municipalidad de Macul, que es donde se encuentra Venda Sexy.

Entre tantos sitios de memoria a escoger elegiste Venda Sexy que está atravesado por asuntos de género…

-Tuvo que ver con la decisión de escoger este sitio de memoria. Fue muy interesante a nivel personal meterme en estos temas -de género- no se puede hablar de Venda Sexy sin hablar de memoria feminista. También creo que era un caso que tenía muchas aristas desde donde poder verlo, como la ciudad neoliberal, porque si bien se vendió a una inmobiliaria ese sitio no iba a ser demolido, pero hay todo un tema con la propiedad privada y con estas lógicas que perpetúan el modelo neoliberal en la ciudad, entonces al final hoy ahí vive una familia, y se genera esta tensión con la comunidad, con cómo buscan otras formas de crear memoria cuando el Estado o esta ciudad no permiten que hagan uso finalmente de este espacio que luchan por tener. 

¿Cómo influye el marco legal existente?

-Es una mezcla de todo un poco, yo creo que legalmente hay muchas faltas y creo que la principal es que no existe una ley de sitios de memoria, que es algo que se ha estado impulsando desde las mismas comunidades, entonces pasa que los sitios de memoria entran a una categoría de patrimonio ya existente, finalmente eso impide que se pueda trabajar bajo sus propias especificidades y una de esas es el tema de la propiedad. Venda Sexy está en manos de privados, pero también hay muchas otras propiedades que todavía siguen en manos de, por ejemplo, las fuerzas armadas. Entonces como la propiedad privada es lo que rige primero, no hay nada que se pueda hacer en contra de eso. Pero también hay todo un tema cultural con el negacionismo, el hecho que esa familia quiera seguir viviendo ahí, tampoco facilita las cosas, no es que ellos tengan que regalar la casa, pero si querer vendérsela al Estado, y eso es algo a lo que se han negado. Entonces creo que hay dos grandes puntos en esta disputa de Venda Sexy. 

¿Cuál crees que es el camino?

-Lo principal para que perpetúen los sitios de memoria en la ciudad, es que sean de propiedad pública, que ya la mayoría lo son. Algo que salió en este análisis geográfico de los sitios de memoria, es que los que eran de propiedad privada ya fueron demolidos, y solamente quedan dos, que son casos emblemáticos de disputa: la Venda Sexy y la Villa San Luis. Entonces para que realmente puedan ser desarrollados, tienen que estar en manos del Estado. También no basta con que sean declarados como sitios, hay que trabajar en los temas de uso y gestión. Hoy hay muchos sitios de memoria que están declarados y tienen la propiedad pero ¿quién los sustenta? En el caso por ejemplo de la Ex Clínica Santa Lucía, no se han podido ganar ningún fondo, porque los recursos no alcanzan para todos los sitios de memoria, eso también provoca que haya una cierta precariedad y eso afecta tanto la gestión, como la permanencia de los sitios de memoria.

Ruteando

¿Cómo nace Ruteando?

-Ruteando surge de una idea mía de estar en el medio del proceso de tesis, terminando la universidad, dándome cuenta de que quería hacer algo que a mí me hiciera sentido, un proyecto de salir a conocer la ciudad, de generar experiencias urbanas, más que nada yo con la gente que quisiera, un grupo más reducido. La idea la materialicé en enero, hice un Instagram y fui subiendo diferentes lugares, mostrando sitios entretenidos, zonas patrimoniales, lugares que a la gente le interese ver en Santiago.

-Luego de eso, diferentes personas comenzaron a acercarse, al principio fue gente con quiénes habíamos compartido la carrera, o el magíster. Así se fueron sumando, por ejemplo llegó David Cantallops, que es arquitecto UC, luego se sumó el antropólogo Cristobal Ibarra, con quien nos conocimos en el MDU, y finalmente invitamos a participar a Paula Castillo, que también es planificadora urbana. Se consolidó finalmente el equipo de los cuatro y comenzamos a conversar sobre qué queríamos hacer, cómo nos vinculamos con la ciudad, y salió la idea de hacer las rutas a las personas, y no solamente tener una plataforma digital que mostrara lugares, sino permitir a las personas tener estas experiencias urbanas y conocer, habitar, recordar y aprender desde los territorios. 

-Hemos hecho muchas cosas a pesar del poco tiempo que llevamos, hicimos una ruta fotográfica por algunas galerías de Santiago, con este enfoque de repensar las formas en las que salimos a rutear, que no solamente sea ir a conocer diferentes puntos, sino que sea una experiencia más dinámica, que podamos conocer a los locatarios por ejemplo, a la gente del entorno. Eso último es algo de lo que estamos super preocupados, de poder establecer una relación con el barrio en donde vamos a hacer la ruta. Nosotros hacemos un trabajo previo, nos vamos a presentar, les preguntamos qué les parece la idea, qué les gusta.

¿En qué están actualmente?

-Ahora estamos haciendo otro formato de ruta, que les llamamos Rutaller, que es otra experiencia urbana, que tiene que ver con mirar el barrio o el territorio al que vamos, con un lente, en este caso el de la literatura. El último que hicimos fue un Rutaller literario por el barrio Lastarria, que es un barrio muy conocido, casi todos quienes fueron lo conocían, pero en esa instancia lo miraron de otra forma. Para ese Rutaller colaboramos con un escritor y un editor, e íbamos contando cómo el barrio es fuente de inspiración, también hicimos diferentes ejercicios de escritura, en espacios que eran emblemáticos, fue muy dinámico. 

-También estamos vinculándonos a diferentes cursos, para hacer las salidas a terreno, como la que tuvimos la semana pasada, con el profesor Giovanni Vecchio con quien hicimos una ruta de la memoria. También trabajamos con el curso de Antropología Urbana, con quienes realizamos una ruta de infraestructura verde social, fuimos al Parque de la Familia y el Parque Quinta Normal, que fue un grupo super participativo. Nos interesa mucho vincularnos con diferentes espacios educativos, esperamos algún día poder trabajar con colegios, hacer estas rutas pensadas por ejemplo para la infancia.

¿Cómo ha sido la recepción del proyecto y cuáles son los desafíos futuros?

-A la gente le ha gustado mucho, después de terminar cada ruta les enviamos a las y los asistentes una encuesta, preguntando qué mejorarían y qué les gustó. Siento que todo lo que nos han puesto por mejorar, tiene que ver con cosas más prácticas, muy abordables, cosas que vamos a ir aprendiendo con el tiempo, pero la gente se va conforme. En las primeras rutas abundaban las y los amigos cercanos, gente conocida, pero ya se han ido incorporando personas desconocidas para nosotros, que se han ido contentas y que nos han escrito que hagamos más rutas, qué feliz se suman, eso es un gran logro. Sentimos que hemos tenido una buena recepción. 

En cuanto a los desafíos lo principal es definir lo que queremos ser, lo que más nos llama es conformarnos como una organización sin fines de lucro, así que estamos resolviendo todo el asunto legal para tener personalidad jurídica, lo que nos facilitaría mucho la vinculación, y las formas de obtener recursos. Actualmente nosotros cobramos entre 5 y 12 mil pesos por ruta, y todo ese dinero se reinvierte en levantar otras rutas y generar material para que la gente se lleve. Nuestro siguiente desafío es convertirlo en una organización sostenible.

¿Cómo se les puede contactar?

Nuestra principal plataforma es Instagram, donde estamos como @ruteando.stgo, también estamos en proceso de la creación de un sitio web, porque también queremos subir rutas digitales interactivas. 

Ruteando el proyecto de ex estudiantes que recorre Santiago