Columna de opinión de la profesora Carolina Rojas, integrante del Núcleo de Planificación Integrada de Zonas Costeras e Islas, del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC.

Las acciones o servicios que aprovechan el poder de la naturaleza para gestionar los recursos hídricos ante la sequía y las inundaciones, actualmente son la mejor respuesta. Ante la falta o el exceso de agua, las olas de calor y las marejadas, las ciudades costeras requieren una adaptación urgente. Se necesita protección, restauración y gestión de los ecosistemas de agua, no solo por la importancia de las funciones de la biodiversidad, sino también por el bienestar propio del ser humano. Propiciar las Soluciones Basadas en Naturaleza requiere de inversiones híbridas, es decir, tanto ecológicas como tecnológicas, que permitan superar las barreras financieras, normativas y de planificación territorial que tenemos hoy en día.

Los efectos del cambio climático y del desarrollo urbano mal regulado, están afectando a los ecosistemas de la costa y a las ciudades costeras del mundo y, por supuesto, a quienes las habitan. La modelación climática, de la mano con el último reporte del IPCC, prevé aumentos del nivel del mar en grandes ciudades costeras, como Miami y Nueva York. En Miami, donde el mar ya se ha elevado 30 cm, ante el colapso del Champlain Towers South hace un par de semanas, observamos parte de los efectos de la desregulación inmobiliaria en la costa. En Nueva York, una de las soluciones para enfrentar esta amenaza ha sido la restauración de humedales costeros, como el proyecto Hunter’s point south waterfront, que transformó un paisaje industrial abandonado en un nuevo parque continuo frente al mar.

En Chile, un informe del Ministerio del Medio Ambiente acerca del riesgo de los impactos del cambio climático sobre nuestras costas, determinó que la erosión costera en la zona centro del país provoca la disminución de las playas, mientras los efectos de las marejadas inducen cambios en los cuerpos de agua y vegetación de los humedales costeros por intrusión salina. A pesar del impacto de estos procesos biofísicos con consecuencias socioambientales, se siguen planificando megainfraestructuras, como puertos y puentes, que afectan humedales; y se realizan obras sin considerar los efectos físicos, como el muelle en Bucalemu, que afectó al humedal y embancó la playa, aumentando el nivel de arena y perdiendo 7 mil millones de pesos de financiamiento público que podrían haber sido usados en medidas de adaptación.

Entonces, surgen preguntas: ¿cómo compatibilizar las inversiones y su rentabilidad con un menor impacto ambiental, en un escenario crítico provocado por el aumento sostenido de nuestras emisiones de CO2? Y más allá: ¿cómo pensar soluciones que, además de ser flexibles, nos ayuden a generar beneficios sociales, económicos y ambientales y que nos permitan lograr la ansiada adaptación a los efectos del cambio climático que ya estamos viviendo?

Las Soluciones Basadas en Naturaleza (SbN), acciones o servicios que aprovechan el poder de la naturaleza para gestionar los recursos hídricos ante la sequía y las inundaciones, actualmente son la mejor respuesta. Ante la falta o el exceso de agua, las olas de calor y las marejadas, las ciudades costeras requieren una adaptación urgente. Se necesita protección, restauración y gestión de los ecosistemas de agua, no solo por la importancia de las funciones de la biodiversidad, sino por el bienestar propio del ser humano. Propiciar las Soluciones Basadas en Naturaleza, requiere de inversiones híbridas, es decir, tanto ecológicas como tecnológicas, que permitan superar las barreras financieras, normativas y de planificación territorial que tenemos hoy en día.

Los humedales y turberas, por ejemplo, son ecosistemas clave para el bienestar humano. Tienen una capacidad enorme de secuestrar y almacenar carbono, de proveer agua para diversas actividades, así como ser barreras naturales para la protección de la costa ante eventos extremos, pero, para hacer todo esto, requieren de gestión sostenible y restauración ecológica. Su protección, por ejemplo, ha logrado ahorrar millones de dólares en procesos de reconstrucción por efectos de huracanes y tormentas en EE.UU. y ante el aumento en la degradación de humedales y la sequía, Indonesia creó una agencia de restauración de turberas. En Chile, son múltiples las voces que han pedido protección para las turberas, en especial en Chiloé, ante un inédito escenario de escasez hídrica en la isla.

En Chile hemos avanzado en la protección de humedales con el aumento en las declaraciones de santuarios de la naturaleza y el creciente número de humedales declarados bajo la Ley de Humedales Urbanos, 21.202. Un siguiente paso para fomentar su resguardo, es que estos ecosistemas sean seriamente considerados en proyectos de infraestructura con criterios de sustentabilidad, para mejorar la resiliencia de las ciudades ante el cambio climático.

Las SbN pueden dar un excelente soporte hacia una Planificación integrada de zonas costeras. Esto requerirá de superar las brechas de conocimiento de los múltiples beneficios de las SbN, para integrarlas en proyectos de diseño e infraestructura urbana, por ejemplo, en parques costeros o en la estabilización de cauces de ríos para prevenir desbordamientos.

Más aún, con la actualización de la Norma de Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) y también en la discusión sobre una Ley de Costas para Chile, las comunidades, científicos y organizaciones han planteado la necesidad de integrar SbN en humedales y turberas que mejoren la gobernanza costera y entreguen herramientas ante las consecuencias del Cambio Climático, considerando que Chile es uno los países con mayor índice de riesgo en el mundo ante este fenómeno global.

El valor de la evidencia científica, el conocimiento de las comunidades y las innovaciones que de ahí surjan, son vitales para lograr este cambio y sensibilización en las inversiones costeras en entornos y en ecosistemas de humedales, reconociendo el ciclo hidrológico de las aguas en espacios urbanizados, la relevancia de la salud de la cuenca hidrográfica y la importancia de la biodiversidad y el patrimonio cultural. Debemos superar las restricciones sociopolíticas, promover el diálogo entre todos los actores sociales y, definitivamente, impulsar este tipo de inversiones que han resultado ser más eficaces, e incluso de menor costo, en beneficio de las comunidades, de la gestión integrada de cuencas y la planificación urbana.

LEE AQUÍ LA COLUMNA EN SU WEB ORIGINAL

El Mostrador: Soluciones basadas en naturaleza: una oportunidad para las ciudades costeras