El pasado jueves 28 de marzo fue publicada por La Tercera la columna «Buenos buses para buenas ciudades» del académico IEUT e investigador CEDEUS, Giovanni Vecchio junto al investigador, CEDEUS, Rodrigo Mora. En este artículo de opinión, ambos reflexionan sobre la implementación de los nuevos buses de dos pisos y su adaptación como parte del sistema de transporte público de una ciudad como Santiago.

¿Van vacíos los buses? Sí, dependiendo de la hora, muchas veces van muy vacíos, como también lo van los vagones de Metro que se dirigen al sur de Santiago en la mañana. El problema no es ni el Metro ni los buses: es que el patrón de movimiento de las personas en la capital se dirige solo hacia algunos sectores de la ciudad. Así, comunas altamente pobladas como Maipú, Puente Alto o San Bernardo dependen de comunas como Providencia, Santiago o Las Condes para trabajar o estudiar. ¿Es culpa de los buses ese problema? Por supuesto que no, sino que es culpa de cómo hemos diseñado la ciudad en los últimos cuarenta años. Algo similar ocurre justo antes o después de las horas punta, en que es necesario aumentar o disminuir frecuencias de buses para acomodar los volúmenes de pasajeros en las paradas.

¿Es mucho el subsidio de 1.000 millones? Sí, es mucho dinero, pero también lo es dejar de recaudar 1.800 millones de dólares por subsidiar al diésel, que usan fundamentalmente camiones y que contamina más que la gasolina. Con ese dinero también se harían hospitales o escuelas. En Santiago el subsidio representa poco menos del 60% del pasaje, pero el 43% de ese subsidio va a disminuir el precio del pasaje que pagan escolares, universitarios y personas mayores. ¿Queremos facilitar que quienes no tienen ingreso o tienen bajas pensiones se muevan en la ciudad? Pues eso tiene un costo. Subsidiar el transporte público permite no solo que respiremos un aire más limpio, sino también que las personas puedan acceder a todas las oportunidades urbanas.

¿Afectan 10 buses de dos pisos la operación de una flota de más de 6.500? Los buses de dos pisos, que cuestan lo mismo que los buses articulados, son un aporte para la movilidad de todos los días, y lo demuestran grandes ciudades como Londres, Hong Kong y Ciudad de México que ocupan regularmente estos vehículos en importantes recorridos del transporte público. Además, los usuarios valoran estos buses, percibiéndolos como cómodos, espaciosos y seguros. En efecto, el servicio 520, que funcionó con buses de dos pisos en los celebrados Juegos Panamericanos de Santiago, tuvo una nota promedio de 6,9.

Es cierto que no todos los recorridos requieren o permiten el uso de buses de dos pisos por la altura de cables o presencia de ramas de árboles, pero esos ajustes son menores. ¿No es mejor optimizar los recorridos de estos 10 buses -de una flota de más de 6.500-, para que los usuarios puedan seguir disfrutando del servicio a fines de este semestre?

Quienes estamos en la academia, enseñando e investigando cómo tener mejores ciudades, sabemos que el transporte público provee oportunidades a toda la ciudadanía y permite nivelar la cancha. Además, sin los buses nuestro espectacular Metro tendría muchos menos pasajeros. Proveer transporte público eficiente, rápido y seguro es un deber para los gobiernos, independientemente de su color político.

Columna | «Buenos buses para buenas ciudades» por Giovanni Vecchio y Rodrigo Mora para La Tercera