La transición hacia la electromovilidad en ciudades metropolitanas como Santiago se ha convertido en una prioridad para reducir emisiones de carbono y mejorar la calidad de vida urbana. No obstante, este cambio va más allá de renovar flotas o incentivar vehículos eléctricos. Para lograr una transformación realmente equitativa y sostenible, la planificación urbana debe integrar tanto la infraestructura de carga como el transporte público eléctrico y opciones de micro movilidad, adaptándose a las necesidades de todas las personas.
A pesar de los avances en electromovilidad, la cobertura de estaciones de carga y el acceso a tecnologías limpias siguen siendo desiguales. En Santiago, las estaciones de carga se concentran en sectores de altos ingresos, limitando el acceso de los barrios periféricos. Este desequilibrio evidencia una brecha de acceso y justicia en la movilidad que necesita ser atendida por la planificación urbana.
Pero el desafío más importante de la electromovilidad en Chile es incorporar una perspectiva de género en sus políticas. Las mujeres tienen patrones de movilidad y necesidades específicas, especialmente en comunas como La Pintana, San Miguel, Ñuñoa y Las Condes, donde desde un equipo de la UC hemos estudiado sus preferencias por modos eléctricos con el proyecto ELECTRA. Según nuestra investigación, ellas prefieren modos de transporte como el Metro y los buses eléctricos y Euro 6 por su seguridad, accesibilidad y bajo costo, con la excepción de Las Condes cuya preferencia futura radica en el automóvil eléctrico. Sin embargo, las mujeres también identifican desafíos: Los buses, por ejemplo, necesitan mayor frecuencia y cobertura; mientras que el Metro debería mejorar en accesibilidad, como ascensores y torniquetes.
Con base en estas preferencias, hemos diseñado la primera «Pirámide de la Electromovilidad» con perspectiva de género. Esta pirámide jerarquiza los modos de transporte eléctrico en función de su idoneidad para satisfacer las necesidades de accesibilidad, seguridad y flexibilidad de las mujeres. Los modos preferidos se organizan así:
Metro: Encabeza la pirámide por su rapidez, confiabilidad y extensa cobertura. Sin embargo, requiere mejoras en accesibilidad para atender mejor a personas con movilidad reducida y a quienes viajan con niños/as
Microbuses eléctricos: Valorado por su accesibilidad y menor impacto ambiental, especialmente en comunas periféricas. Para optimizar su uso, se necesita aumentar la frecuencia de los recorridos, evaluar los torniquetes, crear más pistas exclusivas para buses y también incluir más choferes mujeres
Bicicletas eléctricas: Apreciadas por su flexibilidad y bajo impacto ambiental, enfrentan barreras como el alto costo y la escasa infraestructura de ciclovías para transitar con seguridad
Automóviles eléctricos: Aunque son percibidos como cómodos y sin emisiones y ruido, su alto costo y falta de infraestructura de carga los relegan. Además, su uso contribuye a la congestión, lo que desincentiva a las mujeres que priorizan alternativas más sostenibles
Scooters eléctricos y motos: En el último lugar de la pirámide, scooters y motos son percibidos como inseguros y poco prácticos, especialmente en trayectos largos o para quienes necesitan transportar cargas o moverse con niños/as. También se señala que no aportan a la convivencia vial sana.
Fuente: Proyecto Electra 2024.
La «Pirámide de la Electromovilidad» redefine el enfoque de movilidad urbana en un contexto de transición energética desde la perspectiva de las mujeres y subraya la necesidad de adaptar las políticas de planificación urbana de movilidad para responder a sus demandas de seguridad, accesibilidad y sostenibilidad. Incorporar estas preferencias en la planificación urbana es un paso fundamental para construir ciudades más equitativas, donde todos, sin importar género ni ingreso, puedan beneficiarse de una movilidad eléctrica accesible y segura.