En el marco del seminario “Planificar la ciudad metropolitana: miradas locales a un desafío común” realizado durante la Semana de la Planificación Urbana UC, el alcalde de Estación Central expuso la dramática realidad habitacional que enfrenta su comuna. La discusión se amplificó con la columna de la periodista Rita Cox en The Clinic y con la entrevista de Mirna Schindler en Sin Pretexto de Radio Usach, donde el académico del IEUT UC e investigador COES y CEDEUS, Felipe Link, abordó las razones detrás del crecimiento de las torres de alta densidad, sus impactos en la calidad de vida y los desafíos de planificar ciudades capaces de sostener la vida cotidiana de sus habitantes.
En menos de cinco años, Estación Central duplicó su población. Casi cien torres aparecieron donde antes habían casas bajas, veredas tranquilas y un ritmo barrial reconocible. Hoy, departamentos de 17 a 24 m² se han vuelto la norma, y sus pasillos, ascensores y accesos cargan un nivel de presión cotidiana que pocos imaginaron. Lo que ocurre puertas adentro, la vida comprimida de miles de familias, ya no cabe dentro de las viviendas y se desborda hacia el espacio público.
Esa escena, reapareció este mes en distintos espacios. Primero, en el seminario “Planificar la ciudad metropolitana: miradas locales a un desafío común”, realizado en la Semana de la Planificación Urbana UC, donde el alcalde de Estación Central, Felipe Muñoz, relató un caso que recorrió los medios: cinco personas viviendo en 24 m² (entre ellas exparejas e hijos de distintas relaciones). El registro televisivo se viralizó, pero detrás del impacto hay un drama cotidiano que, como recordó el edil, retrata la realidad de un porcentaje significativo de su comuna.
La periodista Rita Cox, en una columna publicada en The Clinic titulada “Vivir en 24 m²: ¿Dónde se está cuando no hay espacio?”, profundizó en ese mismo caso para mostrar lo que la estadística no alcanza a explicar: la tensión emocional, la falta de privacidad, la convivencia forzada y una ciudad que no está preparada para absorber altas concentraciones y el incremento explosivo de población en algunos sectores del área metropolitana. La columnista recuerda cifras que estremecen: solo en tres manzanas —Toro Mazote, Conde del Maule y Rosas Velásquez con Ecuador— viven 50 mil personas, el equivalente al 20 % de toda la población de la comuna. Una densidad que supera cualquier capacidad instalada: desde servicios hasta espacio público.
“Es un indicador bien dramático. Un desarrollo de torres precarias, de departamentos pensados para una persona, donde terminan viviendo familias completas.”
Felipe Link, académico IEUT UC, investigador centro COES y CEDEUS.

En ese contexto, la periodista Mirna Schindler dedicó parte del programa Sin Pretexto de Radio Usach a conversar con Felipe Link, académico del IEUT UC e investigador asociado COES y CEDEUS, sobre el fenómeno. La entrevista retomó lo expuesto en el seminario, pero también conectó con los diagnósticos que vienen construyéndose desde la investigación en estudios urbanos.
Link expresó con claridad durante la entrevista que estos antecedentes representan un indicador bien dramático “Un desarrollo de torres precarias, de departamentos pensados para una persona, donde terminan viviendo familias completas”. Ese tipo de edificación, explicó, no responde al valor de uso de la vivienda, sino a su valor como activo financiero. No están pensadas para el residente final, sino para inversionistas o modelos de renta residencial, como los multifamily, que han crecido sin mecanismos de control equivalentes.
A este escenario se suma un fenómeno estructural: el rápido crecimiento de la población arrendataria, que en algunas comunas bordea el 70% y convive con múltiples capas de precariedad territorial. El arriendo crónico o transitorio limita la inversión y el cuidado de los espacios, además de dificultar la organización vecinal, elementos fundamentales para mantener la convivencia en edificios de alta densidad.
“Las torres son representación de una tendencia mundial, de entender la vivienda como un activo financiero y un capital disponible al mercado de rentas, más que como una vivienda con valor de uso. Estas unidades no están destinadas al usuario final, sino que al inversionista, o al crecimiento de un modelo de edificio completo destinado a renta, que son los multifamily”
Felipe Link, académico IEUT UC, investigador centro COES y CEDEUS, en entrevista con Mirna Schindler.
Torres que no dan abasto
El problema, subraya Link, no es solo la superficie de los departamentos, sino las características de la torre y su entorno: espacios comunes insuficientes, ascensores colapsados, falta de infraestructura para bicicletas, áreas sin luz natural, altos costos de mantención o simplemente pasillos que se vuelven los únicos lugares donde “estar”. La directora del Departamento de Geografía de la Universidad Alberto Hurtado, Loreto Rojas —citada también en la columna de Cox— lo resume así: cuando la vivienda es mínima, el edificio y el barrio pasan a ser extensiones obligadas de esa vida estrecha.
Esto se vuelve especialmente crítico cuando el espacio público tampoco logra sostener esa carga: veredas saturadas, comercio ambulante desbordado, áreas verdes insuficientes y servicios municipales que siguen dimensionados para una población que ya no existe.
Link insiste en que ya lo hemos visto antes. Desde los años 90, la política habitacional chilena ha mostrado que viviendas sin ciudad no generan soluciones, sino nuevos problemas. Y en Estación Central ocurre de nuevo: edificios que acumulan más habitantes de los que pueden albergar dignamente y entornos que no acompañan.
¿Ghettos verticales? Un nombre que estigmatiza
Frente a la etiqueta mediática de “ghettos verticales”, el académico fue enfático:
“No me gusta el concepto. Estigmatiza y homogeneiza. Preferimos hablar de enclaves urbanos.”
El término “ghetto”, explica, arrastra la idea de voluntariedad forzada y de poblaciones homogéneas, lo que no se ajusta a la complejidad de quienes viven en estas torres. Sí hay concentración de grupos vulnerables, falta de espacio y precariedades asociadas, pero también hay dinámicas diversas y redes de apoyo que se tejen en la convivencia diaria. Las políticas públicas, sostiene, deben enfocarse en reforzar aquello que la torre no puede suplir: espacio público de calidad, equipamientos, accesibilidad y regulación urbana.
Un fenómeno que trasciende Estación Central
La columna de la periodista Rita Cox en The Clinic lo muestra con claridad: Santiago no es una excepción, y el fenómeno cruza ciudades del mundo como Londres o Hong Kong, donde familias enteras viven en superficies aún menores y con costos desbordados. Lo que varía (y lo que hace la diferencia) es la calidad del entorno urbano. Sectores como Santa Ana en Santiago o partes de San Miguel logran equilibrar la estrechez de los departamentos con veredas amplias, áreas verdes y un espacio público que funciona como prolongación del hogar.
El desafío pendiente: repensar las ciudades y las formas de habitar
La realidad actual demanda que la ciudad tome protagonismo en ofrecer espacios compartidos y servicios más sólidos, capaces de responder ante la disminución del espacio disponible en los hogares.
La respuesta, para Link, no pasa por aumentar metros cuadrados de manera aislada, sino por planificar ciudad con más fuerza: acordar un modelo urbano, regular densidades, asegurar equipamientos, diversificar las soluciones habitacionales y entender la vivienda como bien de uso más que como un activo financiero, pensada para mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Te invitamos a escuchar la conversación de Mirna Schindler con Felipe Link en Sin Pretexto:










