En el marco de la Semana de la Planificación Urbana, Arturo Orellana, director del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, reflexionó acerca de la importancia de los planes de desarrollo comunal, tras las recientes elecciones municipales.

Previo a las elecciones del último fin de semana, donde se definieron las nuevas autoridades regionales y locales, hubo un fuerte predominio del uso de un sin número de eslogan como estrategia de posicionamiento en el afán de atraer el voto del ciudadano, obligado nuevamente a recurrir a las urnas. Recuperemos el barrio de los delincuentes, vivir bien, vivir seguros, construyamos tiempos mejores, no vote por los mismos, a recuperar Chile, entre otras, muchas ideas que probablemente escondían algún programa de gobierno o un puñado de iniciativas, pero ajeno en su gran mayoría a a la idea de un plan para gobernar.

En particular, desde la perspectiva del quehacer de los gobiernos locales, alcaldes, alcaldesas, concejales y concejalas, están llamados a trabajar en conjunto para mejorar la calidad de vida de sus gobernados, ciudadanos en su mayoría a pie que deben lidiar cotidianamente con la falta de seguridad en las calles, pero también con veredas y calles en mal estado, carencia o deficientes áreas verdes, falta de infraestructura y equipamiento para promover mayor socialización de los vecinos o el desarrollo de actividades deportivas, culturales y recreativas, falta de proximidad, cobertura y diversidad de comercio y servicios, todos aspectos que requieren una buena planificación municipal.

Lo anterior, no solo exige que las autoridades locales elegidas logren plasmar en un plan estratégico los compromisos que los llevaron a acceder a estos cargos de responsabilidad, siendo posible para ello poner en valor los planes de Desarrollo Comunal (PLADECO) como hoja de ruta, sino que mantener actualizado los planes reguladores comunales (PRC), para entregar un balance adecuado entres los diversos usos de suelo requeridos, densidades proyectadas, estándar de la vialidad inter barrial, patrimonio natural o cultural a proteger, entre otros aspectos. Sin duda, el plan debe considerar iniciativas que resolverán necesidades en el horizonte de gobierno local de cuatro años, pero otras iniciativas quizás solo mostraran avances por ser proyectos de gran escala, siendo importante que no las excluyas de un plan, cayendo en la pequeñez de no asumirlos por las autoridades elegidas, por los eventuales dividendos políticos que no logrará capitalizar durante su mandato.

Finalmente, la ciudadanía tampoco debe olvidar que, tal como mostraron los resultados del índice de calidad de vida urbana 2023 presentados en septiembre de este año, en la dimensión sociocultural y en la dimensión de vivienda y entorno, existe una incidencia importante de la gestión municipal que, en forma concreta, se debe expresar de parte de las autoridades municipales en proveer de espacios públicos de calidad a escala comunal y barrial con mayores estándar. Aunque el financiamiento juega un rol importante, donde el actual fondo común municipal y la lógica de mercado no contribuyen a equilibrar la capacidad que tengan los municipios, no los exime de dotarse de una planificación urbana para lograr atraer el compromiso público sectorial y mayores posibilidades de alianza con el sector privado. En síntesis, no se puede gobernar si un plan.

Columna | “¿Gobiernos locales con o sin plan?” por Arturo Orellana para La Tercera