En el marco del Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, celebrado el pasado 17 de junio, la académica del Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC, Carolina Rojas, nos invita a reflexionar sobre el crecimiento urbano, sus consecuencias sociambientales y las innovaciones para hacer frente a la desertificación.

El crecimiento urbano sin regulación ha dejado huellas profundas en el medio ambiente chileno, un ejemplo claro es el relleno de humedales y la ocupación de llanuras de inundación. Las ciudades chilenas se expanden pero a la vez el país se seca, ya van 13 años de consecutivos de sequía, sumado a prácticas insostenibles en nuestros paisajes que provocan deforestación, fragmentación del hábitat y agotamiento de recursos naturales como el agua. Estas acciones han aumentado la vulnerabilidad de las áreas urbanas a la desertificación, un proceso que amenaza su sustentabilidad a largo plazo.

En el norte de Chile, donde la aridez ya es una característica intrínseca, la desertificación se ha convertido en un desafío acuciante. La explotación intensiva de los recursos hídricos, especialmente para la minería y la agricultura, ha agotado los acuíferos subterráneos y los ríos, generando un escenario de desertificación en vastas áreas. La Región de Antofagasta es un claro ejemplo de cómo la escasez de agua y la degradación del suelo han creado condiciones adversas para la vida urbana.

Para hacer frente a la desertificación, las ciudades chilenas han implementado diversas estrategias de adaptación y mitigación. La reforestación de áreas degradadas, el uso eficiente del agua, la promoción de energías renovables, la instalación de desaladoras y prácticas agrícolas sostenibles son algunas de las acciones emprendidas. En la Provincia de Choapa, por ejemplo, se han llevado a cabo obras de interconexión de redes de agua que mejorará la situación hídrica de la ciudad de Salamanca, también y se han implementado sistemas de riego inteligentes y una sensorización digital para el acceso al agua potable en Illapel.

La innovación y la tecnología por tanto desempeñan un papel clave en esta lucha. En Chile, se están desarrollando soluciones tecnológicas avanzadas para mejorar la gestión del agua, como sensores para monitorear la humedad del suelo y sistemas de riego automatizados. Estas herramientas permiten un uso más eficiente y sostenible de los recursos hídricos en las ciudades afectadas por la desertificación. También en espacios públicos, aunque lamentablemente más en Santiago Oriente, observamos jardines sustentables y áreas verdes con especies sensibles a las condiciones actuales de riego.

No obstante, no debemos olvidar como nos apoyan los ecosistemas como ríos y humedales, ya que la prevención y mitigación de la desertificación no se limita solo a medidas técnicas. La educación y la concienciación son fundamentales. Es esencial que las comunidades urbanas chilenas y las empresas inmobiliarias comprendan los impactos negativos de sus acciones en el entorno natural y adopten prácticas más sostenibles. La sensibilización sobre la importancia de la conservación del agua, la reforestación, la protección de los ecosistemas y el uso responsable de los recursos naturales debe ser reforzada.

En conclusión, la desertificación plantea un desafío importante para la adaptación de las ciudades chilenas. La expansión urbana no sensible al agua y la explotación irresponsable de los recursos naturales son factores que contribuyen agravar el fenénomeno. Es nuestro rol mediante la implementación de estrategias de adaptación, la incorporación de tecnologías innovadoras y en especial por medio restauración con soluciones basadas en la naturaleza aportar a combatir la desertificación.

Opinión | “Ciudades y desertificación” Carolina Rojas