Para Javier Ruiz Tagle, académico del Instituto de Estudios Urbanos de la UC, este fenómeno obedece principalmente a “un cambio demográfico, donde las familias son cada vez más chicas, hay más gente viviendo sola o parejas sin hijos. Eso genera un círculo vicioso de viviendas más pequeñas para las familias, pero que son más rentables para las empresas inmobiliarias, porque construyen menos y venden más caro por metro cuadrado. En la medida que sube el precio de la vivienda, hay un desincentivo a tener familias grandes porque el costo de la vida es caro”.

Otro de los factores es “la penetración de los inversionistas en este tipo de negocios inmobiliarios, sobre todo en los departamentos chicos. Hace 5 años, cubrían un 10% de la oferta inmobiliaria, ahora están sobre el 40%. Es decir, hay una gran cantidad de departamentos que están destinados a ser comprados por inversionistas y ser arrendados”.

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